Era Diciembre...
Yo trabajaba en un McDonalds en aquel momento. Un día cualquiera en una hora cualquiera me encontraba atendiendo la caja, tomando las órdenes que por norma debía atender en menos de un minuto. De repente, de entre todos esos días iguales y rutinarios, ocurrió una de esas cosas que siempre me hacen sonreir cuando recuerdo mis días de Astro Mac y que esta noche recordé.
Era usual que pasara que tu caja estuviese vacía y tu simplemente estuvieras ahí enfrente haciéndote el tonto o que de repente tuvieras una fila enorme de personas que tenían la maravillosa idea de comer todas al mismo tiempo. Por todas esas cosas siempre era uno regañado y reprendido, siempre había algo que hacia falta, algo que no haces bien, algo algo algo.
Ese día me tocó atender a una familia cuyo desorden sólo provocaba que mi gerente se volviera loca gritándome que atendiera rápido! (sin poder ella ver que se trataba de la misma familia que no lograba organizar sus pedidos y que requeria de ese espacio y de su tiempo para hacerlo) cuando uno de ellos llegó frente a mí y empezó a ordenar todo ese caos familiar.
Nada hay de raro en que "alguien" me dicte su orden! digo! eso no tiene naaaada de anecdótico! El hecho trascendente fue este:
El individuo que estaba frente a mí era un tipo alto, agradable y muy recio en su forma de hablar (norteño él), vestía de un modo que dejaba claro que no era de aquí. Se me quedó viendo y cuando trato de hablar se quedo como pensando en como formular lo que pensaba decir, lo cual me parecía raro. De repente empezó a pedirme las ordenes una tras otra y entonces entendí porque lo pensaba y porque estaban aquí.
Se trataba de un mexicano que trabajaba en Estados Unidos y que había venido a pasar las fiestas con su familia, me encantaba su forma de pedir las cosas, de la forma mas educada y cortés posible, con una sonrisa y un tono que casí podía uno decir que el wey disfrutaba poder hacer eso en español y no en inglés (aunque era evidente que lo pensaba porque no acostumbraba formularlo en español). De repente su familia le distrajo, él volteó hacia ellos y sin pensar me dice: quiero un "Quarter Pounde..." entonces se detiene y me mira a los ojos pensando que no le había entendido. Aun recuerdo su sonrisa cuando le dije: grande esta bien? Se me quedo viendo, asintió y continuó pidiendo y pidiendo cosas para su familia. Ambos sonreíamos, él se sentía contento con la atención y yo me sentía contento de poder darle un buen servicio (digo! por lo menos sé que significan algunas cosas en inglés no? jajaja)
Cuando me pago, lo hizo con una tarjeta de crédito que nunca habia visto por lo cual confirmé de inmediato mi sospecha de que venía de Estados Unidos. Parte del encanto de la anécdota está en el hecho de que él, quizá acostumbrado a comer en un McDonalds cualquiera de los Estados Unidos, se sentía contento de poder estar al lado de su familia y de su gente en un lugar que para él allá no le resulta ajeno sino un tanto familiar. Fue tener esa sensación de que en este lugar él se sentía confiado, y que sumado al hecho de estar en su país y con su gente, le hacían disfrutar enorme de algo tan sencillo como esto.
Quizá por eso sonrío ahora, por recordar la clase de detalles pequeños que hacen que uno sea feliz completamente. Quizá es breve el espacio que duran, quizá es tan momentáneo que puede pasar desapercibido, pero sus efectos nos duran para siempre... quízá por eso los seguimos buscando.
Sin importar las distancias, espero siempre saber reconocer una sonrisa y un brillo de ojos que nacen de un corazón lleno de felicidad.
1 comentario:
Esas pequeñas cosas puden ser tan grandes para uno... Hay que tomar lo mejor de todo.
Soy nuevo por aqui, saludos para ud Sr. Astro.
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