Sí, yo me inclinaría
ante el definitivo contorno de los lirios,
Sí, yo me extasiaría
con el trino del pajaro.
Sí, yo dilataría
mis ojos ante el mar y la montaña.
Sí, yo suspendería
el soplo de mi pecho ante un arcángel.
Sí, yo me inclinaría
ante la faz de Dios, tocando el polvo,
si con su mano convocara el trueno.
Pero sólo ante el hombre, hijo del hombre,
reo de origen, ciego, maniatado,
los pies clavados y la esplada herida,
sucio de llanto y de sudor, impuro,
comiéndose, gastándose, pecando,
setenta veces siete cada día,
sólo ante el hombre me comprendo y mido
mi altura por su altura y reconozco
su sangre por mis venas y le entrego
mi vaso de esperanza, y le bendigo,
y junto a él me pongo y le acompaño.
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