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19 noviembre 2006

Capítulo XXI



Fue entonces que apareció un zorro.
-¡Buenos días!- dijo el zorro.
-¡Buenos días!- contestó amablemente el principito, y se volvió a mirar pero no vio a nadie.
-Aquí estoy, bajo el manzano- dijo la voz.
-¿Quién eres?- preguntó el principito -. Eres muy lindo.
-Soy un zorro- dijo el zorro.
-Ven, vamos a jugar – le propuso el principito-.
Me encuentro muy triste...
-No puedo jugar contigo-dijo el zorro-. No soy un zorro domesticado.
-¡Ah! Perdón- Dijo el principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
-¿Qué significa domesticar?
-Tú no eres de aquí –dijo el zorro-. ¿Qué es lo que buscas?
-Busco a los hombres –dijo el principito-. ¿Qué significa domesticar?
-Los hombres –dijo el zorro- tienen rifles y cazan. Es muy molesto. También crían gallinas. Ese es su único interés. ¿Tú también buscas gallinas?
-No –dijo el principito-. Yo sólo busco amigos.
Pero dime, ¿Qué significa domesticar?
-Es algo demasiado olvidado- dijo el zorro-.
Significa crear lazos.
-¿Crear lazos?
-Sí –dijo el zorro-. Para mí tú eres sólo un muchacho igual a otros muchachos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. Yo sólo soy un zorro como cualquier otro. Pero si tú me domesticas, tú necesitarás de mí y yo de ti. Serás para mí único en el mundo. Y yo también seré para ti único en el mundo.
-Empiezo a entender –dijo el principito-. En mi planeta hay una flor y creo que me ha domesticado.
-Puede ser –dijo el zorro-. ¡En la tierra se ven toda clase de cosas...!
-¡Oh! No es en la tierra –dijo el principito.
El zorro pareció muy interesado:
-¿En otro planeta?
-Sí.
-¿Hay cazadores en ese planeta?
-No.
-Eso es interesante. ¿Y hay gallinas?
-No.
-No hay nada perfecto –suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea.
-Mi vida es monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas son muy parecidas y los hombres son también muy parecidos entre sí. Así que, como verás, me aburro un poco. Pero si tú me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que no se parecerá a todos los otros. Los otros pasos hacen que yo me esconda bajo tierra. El tuyo me llamará fuera de mi madriguera, como una música. Y además, mira. ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. Es algo triste. Pero tú tienes los cabellos del color del oro. Cuando me hayas domesticado, será algo maravilloso. El dorado del trigo será un recuerdo de ti. Y me gustará mucho el ruido del viento en el trigo...
El zorro permaneció en silencio y observó por largo rato al principito.
-Domestícame, por favor –dijo el zorro.
-Quisiera hacerlo –dijo el principito-, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen las cosas que se domestican –dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Las cosas las compran ya hechas a los mercaderes. Pero, como no existe ningún mercader amigo, los hombres ya no tienen amigos. Si tú quieres tener un amigo, entonces domestícame.
-¿Qué hay que hacer? –dijo el principito.
-Bueno, hay que ser un poco paciente. Al principio te sentarás un poco retirado de mí, así, en la hierba. Yo te echaré un vistazo y tú no dirás nada. La palabra es la fuente del malentendimiento. Pero conforme pasen los días, te sentarás cada vez más cerca.
Al siguiente día el principito volvió.
-Es mejor que siempre vengas a la misma hora –dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Conforme avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado y un poco inquieto, sólo así descubriré el preció de la felicidad. Pero si vienes a cualquier hora nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Tú sabes, los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? –dijo el principito.
-Eso también es algo complicado –dijo el zorro-.
Es lo que hace un día diferente de otro, una hora diferente de otra hora. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es un día maravilloso. Me paseo hasta la viña. Si los cazadores no tuvieran un día fijo para ir a bailar, todos los días serían iguales y yo no tendría vacación alguna.
Fue así que el principito domesticó al zorro. Más cuando llegó el día de la partida, el zorro dijo:
-Voy a ponerme a llorar.
-La culpa es tuya –dijo el principito-. Yo no quería causarte ningún daño, pero tú quisiste que te domesticara.
-Sí –dijo el zorro.
-Pero vas a llorar –dijo el principito.
-Sí –dijo el zorro.
-Pero no ganas nada.
-Sí gano algo: ahora el color del trigo es más agradable.
Después agregó el zorro:
-Ve a ver las rosas una vez más. Y así comprenderás que la tuya es única en el mundo. Regresarás para decirme adiós, y como regalo te diré un secreto.
El principito fue nuevamente a ver las rosas:
-En efecto, no son nada parecidas a mi rosa, todavía no son nada –les dijo-. Nadie las ha domesticado, y ustedes no han domesticado a nadie. Están ustedes como estaba mi zorro. Sólo era un zorro común y corriente como cien mil zorros. Pero ahora él es mi amigo y es único en el mundo.
Y las rosas se molestaron.
-Son realmente bellas, pero están vacías –les dijo todavía-. No se puede morir por ustedes. Sin duda un transeúnte común creerá que mi rosa se parece a ustedes. Pero ella sola es para mí más importante que todas ustedes juntas, ya que ella es la rosa a quien yo he regado. Y la he puesto bajo un globo, y le di abrigo con un biombo. Y también la libré de las orugas, y sólo dejé a aquellas que se convirtieron en mariposas. Es ella la rosa a quien oí quejarse, vanagloriarse, callarse. Porque, al fin de todo, ella es mi rosa.
Y volvió con el zorro:
-Adiós –dijo.
-Adiós –dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se puede ver bien, sólo con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el principito para no olvidarlo.
-El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
-El tiempo que perdí con mi rosa... –dijo el principito para no olvidarlo.
-Los hombres han olvidado esa gran verdad –dijo el zorro-. Pero tú no la olvides. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
-Soy responsable de mi rosa... –repitió el principito a fin de acordarse.

16 febrero 2007

Sobre El Principito*




Traducido a 115 idiomas, siendo la pieza literaria francesa más leída en el siglo XX y la tercera más vendida en todo el mundo, sólo detrás de la Biblia y Das Kapital de Carlos Marx, El Principito es un clásico de la literatura universal y en palabras del filósofo Martin Heidegger, una de las grandes obras del existencialismo. Publicado el 6 de abril de 1943, El Principito no recibió buenos comentarios por la crítica. No sería sino hasta 1946 con la edición de Gallimard en Francia, que obtuvo un gran éxito e inmortalizó a su autor, el piloto aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, quien desafortunadamente ya no pudo atestiguar este suceso. Saint-Exupéry despegó de Córcega a las 8: 45 del 31 de julio de 1944 en la que sería su última misión. El objetivo de la misma era tomar fotografías de Annecy y Grenoble, ocupados por los alemanes. Saint-Exupéry tenía combustible suficiente para volar por seis horas. Nunca regresó. No sería sino hasta el año 2000 que fueron encontrados los restos de su avión en el Mar Mediterráneo en lo que aparentemente fue producto del ataque de los Messerschmitt alemanes en la segunda guerra mundial.

Antoine de Saint-Exupéry nació el 29 de junio de 1900 en Lyon. De niño realizó sus estudios en un colegio jesuita y sus biógrafos destacan que el pequeño Antoine era un alumno mediocre con muy mala ortografía, si bien le apasionaban la música y la literatura. Cuanto tenía 12 años de edad, el célebre Védrines lo invitó a volar, hecho que marcaría la suerte de Saint-Exupéry. A los 21 años realizó su servicio militar y aprendió a pilotear aeronaves, por lo que obtuvo su licencia. Como piloto, Saint-Exupéry sufrió numerosos y graves accidentes, lo cual no mermó su interés por las alturas. Sus experiencias con tantos viajes, lo inspiraron para escribir numerosos libros. Por ejemplo, de su trabajo en la Aeropostale, donde cubrió la ruta Francia-norte de África, surgió su primer libro, Correo del Sur, publicado en 1928. Un año después fue designado director de Aeropostale Argentina y su labor consistía en llevar el correo entre Europa y América del Sur. Fue en Argentina que conoció a la salvadoreña Consuelo Suncín, con quien contraería nupcias en Buenos Aires en 1931. Las relaciones entre Antoine y Consuelo fueron difíciles y a ambos se les atribuyen aventuras extra-maritales. Sin embargo, cuando Saint-Exupéry despegó para su último vuelo, portaba una cadena grabada con el nombre de su mujer, la misma cadena que 50 años después encontraría un pescador francés cerca de Marsella.


Fue también en 1931, que Saint-Exupéry da a conocer Vuelo nocturno y en el año de 1939, cuando los vuelos de la ruta que cubría fueron suspendidos dado el advenimiento de la guerra, publicó Tierra de hombres. Empero, antes del inicio de la segunda gran conflagración mundial, Saint-Exupéry se estrelló en el desierto de Libia a finales de 1935. En 1936 fue designado corresponsal de un semanario parisino para cubrir la Guerra Civil Española y a continuación, en 1937, estando en Guatemala sufre un gravísimo accidente. En esta ocasión, ya no volvería a recuperarse. Ciertamente su perseverancia le permitió regresar al servicio aéreo en 1943, si bien las autoridades lo declararon "no apto" para entrar en combate y únicamente se le encomendarían misiones de exploración.


Cuando Francia cayó a manos de los alemanes, Saint-Exupéry inició su auto-exilio en Nueva York. Llegó a esa ciudad en 1942 con la idea de pasar un mes y se quedó por espacio de dos años. El motivo de su visita fue convencer a las autoridades estadunidenses de que ayudaran a Francia contra los invasores alemanes. Estados Unidos trató bien al piloto francés, cuyo libro El piloto de guerra (1942) ocupaba las estanterías de las principales librerías. Pero la fastuosidad de la cosmopolita ciudad estadunidense no bastaban para un hombre que tenía pocos conocidos, que se sentía aislado, y que no hablaba inglés. Además, el no estar en Francia lo llevó a auto-reproches, por haber abandonada al terruño a su suerte. En aras de estimularlo, la esposa de su editor, Elisabeth Reynal, fue quien le propuso escribir un cuento para niños. Específicamente lo instruyó a hacer una historia acerca de ese pequeño personaje de cabellos dorados que el propio Saint-Exupéry garabateaba desde hacía años en su correspondencia y escritos.


Sus biógrafos cuentan que Saint-Exupéry escribió El Principito sin parar y que leía pasajes de la obra a quienes lo visitaban a la hora de la cena. Considerando sus obras anteriores, El Principito era visto como un libro distinto, extraño, al que los lectores estadunidenses no se acostumbraron de inmediato. Después de todo, las obras precedentes del piloto francés lo hacían aparecer muy viril y era difícil imaginar que ese mismo autor podía redactar un libro para niños.


En realidad El Principito es, en cierta forma, una obra biográfica. La descripción de paisajes que Saint-Exupéry desarrolla en la obra evocan los volcanes que el piloto vio en Dakar. La célebre rosa con la que riñe El Principito es la propia Consuelo. Por cierto que la famosa riña es el punto de partida para que El Principito inicie su recorrido por siete planetas donde conocerá a extraños personajes hasta que llega a la Tierra y es recibido por una serpiente. Pero quizá de los pasajes más memorables sea el diálogo que El Principito sostiene con el zorro: sólo con el corazón se puede ver bien... lo esencial es invisible para los ojos. A juzgar por esta reflexión, ciertamente Antoine de Saint-Exupéry escribió con el corazón.


*Texto de Maria Cristina Rosas. http://www.paginasprodigy.com/mcrosas/principito.htm.

23 julio 2007

Fragmentos del Principito...


" Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos, y es el tiempo perdido con tu rosa lo que la hace importante

(...)

Ah, principito, cómo he ido comprendiendo lentamente tu vida melancólica! Durante mucho tiempo tu única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. Este nuevo detalle lo supe al cuarto día, cuando me dijiste:

-Me gustan mucho las puestas de sol; vamos a ver una puesta de sol

-Tendremos que esperar

-¿Esperar qué?

-Que el sol se ponga.

Pareciste muy sorprendido primero, y después te reíste de ti mismo. Y me dijiste:

-Siempre me creo que estoy en mi tierra.

En efecto, como todo el mundo sabe, cuando es mediodía en Estados Unidos, en Francia se está poniendo el sol. Sería suficiente poder trasladarse a Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol, pero desgraciadamente Francia está demasiado lejos. En cambio, sobre tu pequeño planeta te bastaba arrastrar la silla algunos pasos para presenciar el crepúsculo cada vez que lo deseabas.

-¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!

Y un poco más tarde añadiste:

-¿Sabes? Cuando uno está verdaderamente triste le gusta ver las puestas de sol.

-El día que la viste cuarenta y tres veces estabas muy triste ¿verdad?

Y principito no respondió.

(...)

Para mi no eres todavía más que en muchachito semejante a 100.000 muchachitos. Y no te necesito, y tu tampoco me necesitas, no soy para ti más que un zorro semejante a 100.000 zorros, pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro, serás para mí único en el mundo, seré para ti único en el mundo. Si me domesticas, mi vida se llenará de sol, conoceré un ruido de pasos que será diferente a todos los otros...tus ruidos me llamarán fuera de la madriguera, como una música. "


Vaya que era sabio Saint-Exupery no?


Saint-Exupery, Antoine de; El Principito. Fuente del fragmento: El poder de la palabra.

26 marzo 2012

Volta Logo





Ojalá comprendas que mi adulto es un niño, que te espera dulcemente, mientras mira el atardecer.


A él le gustan los puentes, mirar el agua que corre en el río. Le gustan el cielo y sus nubes... él dice que todo eso es "tuyo y mío".


Y si tira botellas, con poemas dentro, es porque espera que un día vuelvas y le digas "los he leído".


Y que hubieres sonreído, mientras él te contó historias, en las que te colorea en cualquier sitio. (porque eres su sueño).


¿Ves porque es un niño? ¡es un idealista! 


Yo por eso lo quiero mucho... ¡porque sigue vivo!


Porque en cada latido él no teme decir "yo te quiero" y da amor sin que nadie se lo pida y se emociona con los pequeños tesoros del mundo.


Y, sin ti... no habría vuelto a verlo.


Pues tú, sin saberlo, fuiste quien lo encontró perdido en una calle, hace no muchas noches.


Él yacía sentado, mirando un aparador... cuando te observó platicando frente al objeto de su atención. Le dio curiosidad el saber el sonido de tu voz y el color de tus ojos, por la fuerza de las primeras palabras que leyó de ti y por que tu mirada estaba oculta detrás de unos lentes.


Entonces se inquietó... hiciste que se levantase de la banqueta, que corriera entre la gente y empezó a seguir tus pasos. Él tenía miedo de acercarse... pensó en otro nuevo rechazo... pero, pensó hacia sí mismo "Quiero ver sus ojos... tengo que ver sus ojos".


Yo llevaba mucho tiempo de no verlo, ¡vaya! hace mucho tiempo de muchas cosas. De repente, lo vi... me vi, hecho nuevamente un niño, buscando tus ojos, esperando un momento.


...cuando me extravié, hace ya una lejana noche, yo aprendí que quien se pierde: se está buscando.


También aprendí que, muchas veces, para valorar las personas y cosas importantes de la vida, tendrás que alejarte, romperte, llorar e incluso negarte ese llanto.


Así que ese niño, mi niño, se alejó de mí... y yo, mientras me empecé a volver adulto, comencé a olvidar. 


Así hube andado desde entonces... perdido, sin saber dónde reflejarme ni cómo habría de volver a verme siendo un niño.


Hasta que te encontré...


Antes de esa noche, yo llevaba mucho tiempo viviendo a medias. Con la felicidad y los deseos siempre con un dejo de tristeza muy profunda. La frustración me ha llevado tantas veces fuera del camino... que, sin saber, terminé encontrando pedazos de mi alma, en pueblos desconocidos.


Descubrí que, la felicidad, puede hallarse en una sola lágrima... y que, si observas con lupa esa lágrima, hallarás un mundo vivo en su interior.


Descubrí mi reflejo, detrás del atardecer... estaba haciéndole compañía a mi sombra, a quien encontró mirando el horizonte en una lejana playa.


Entonces descubrí que estaba roto, cómo un reloj parado indefinidamente en las 6:30 de la tarde. Y mis piezas, esparcidas, yacían entre el camino, sus días y sus noches.


Hallé a mi corazón, hecho pedazos, en un lejano punto del polo norte. Y tuve que aprender a darme calor, para no morir, en el medio de mi soledad. La recompensa por seguir faros y estrellas en esa búsqueda fue la aurora boreal...


¿recuerdas la aurora boreal? Ahora entenderás que esto es lo que me recuerda a mí...


Seguí andando, aún perdido, hasta que hallé las ruinas de lo que, otrora, fuese una gran ciudad. Una ciudad en la que yo viví. Para reconstruirla me fue necesario abrir un portal para ir dos dimensiones distintas a la mía.


En una, hallé mi espada envuelta en llamas malignas, con mi alma atrapada entre el olvido y la desesperanza. Mi espada empezaba a llenarse de oscuridad, oscuridad que se transmutaba en mi alma... y no tuve más remedio que cortar la planta que alimentaba ese fuego y de romper el lazo que me unió a la dimensión que, durante muchísimo tiempo, albergó a mis sueños.


Al regresar... la sensación de cansancio y dolor vino a mí. Se trataba del tiempo, imposible de evadir. Al haber empezado a repararme por dentro, las manecillas de mi reloj interno volvieron a andar y su efecto me causaba la inmediata sensación de lo que me rodeaba, es terrible sentirte avasalladoramente aplastado por tu propio mundo.


Entonces abrí el siguiente portal...


"Quien no haya experimentado el dolor, nada de cierto en este mundo, sabrá", en aquel universo estaba mi fe. 


Se trataba de un jardín lleno de transformaciones, flotando en una dimensión cercana a un Sol. El jardín a ratos era un sitio apacible y reconfortante para luego transformarse en una selva ruidosa y vibrante. Eran de temerse las tormentas en el jardín y las erupciones en la selva, pero... por sobre todas las cosas, lo más peligroso eran las noches. Las noches sometían a mi alma al dolor, en el punto central de mi corazón. En esa oscuridad, hube de encontrar mi propia luz... la luz que me fue heredada y por la cual fui concebido, la luz que me llevó a visitar tantos mundos para buscarme.


Y me fue dicho que, cada vida, tiene un sentido y un porqué... y que no hay hombre en esta tierra que no tenga una luz y una sombra. 


Me fue enseñado, a flor de piel, que el dolor lleva al conocimiento y este, junto a los latidos del corazón, a la sabiduría. De modo que la experiencia unida al conocimiento sirven para aprender los métodos de la ciencia y quien suma corazón a esa fórmula, encuentra la alquimia, el conocimiento derivado del sentimiento.


Así es, cómo cerrando el camino de dos dimensiones, empecé a transformarme... lentamente. La paciencia, última de mis lecciones, enseña que, para que algo tenga valor, debe ser cocinado lentamente. Si bien hay circunstancias que implican a la velocidad, somos parte de un universo infinito, para el cual el tiempo es, meramente, una condición muy relativa.


Al ser seres eternos atrapados en cuerpos mortales, nuestra alma es inmortal pero nuestro cuerpo no, de modo que tenemos una misión que es nuestro centro de gravedad... una historia que debe ser contada y escrita pasando por cada uno de los rincones de la existencia humana.


Aquello que es más valioso en este mundo, no puede ser consumido como si se tratase de un antojo nada más. Un recuerdo, con suficiente poder sobre la historia de tu vida, puede hacer que el entero de ella sea iluminado o ensombrecido. Un segundo de esencia, vale más que años enteros de vacío.


Así es cómo me sentí por mucho tiempo... vacío...


Y entre destellos y transformaciones, he ido rearmando mi propio ser. 


Sin embargo... el niño... ¿qué fue de aquel niño que fui yo en el ayer?


Fuiste tú quien lo encontró.


Ese niño lleva mi esencia, mis sueños. Yo transcurría entre mis días, a la espera de un milagro. Busqué entre calles, en puentes y me asomé por las ventanas. Lo buscaba en las miradas, en los sonidos, en las estrellas, sin encontrarlo.


¡Pero fuiste tú quien me mostró dónde estaba, dónde estuvo siempre!


Fue la noche en que cruzamos la primer palabra, tras esperar paciente el instante de ese encuentro. Lo único que hice fue dejar hablar a mi corazón tal y como yo siento... y tú, con tu personalidad juguetona, me viste cerrando tus ojos.


¡Cerrando tus ojos!


¿¡Porqué nunca hice eso!? 


¡Cerrar los ojos!


Fuiste tú el verdadero sabio esa noche (no yo), pues me enseñaste algo que, tantos años de camino, no habían logrado enseñarme, o quizás, cómo siempre he preferido creer: ¡no hay coincidencias! de tal suerte que este encuentro habría estado ahí, esperando ocurrir desde hace mucho tiempo. 


Yo me concentré tanto en buscarme en las miradas de las personas, que olvidé buscar de la manera en que más claramente puede encontrarse aquello que se ama: cerrando los ojos.


Porque los sueños más grandes, son creados en la oscuridad; dónde el amor y la fe crean por reacción a la luz. Se trata, nada más y nada menos, que de una ley de alquimia: "La luz no ataca a la oscuridad, pero la desvanece con su fulgor.", ley que encontré esa noche, de tus ojos... y que, al cerrar los míos, pude volver a ver a mi niño interior.


Ya lo decía Saint Exùpery (¿¡cómo pude olvidarlo!?)

"No se puede ver bien, sólo con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos" *

Me enseñaste que, para ver lo realmente importante, debo desprenderme de la limitación que da centrarse en la apariencia "aparente" de las cosas. En que estabas aprendiendo a mirar esencias y no sus aspectos... no necesitaste una larga explicación para que te entendiera, cómo no necesité de ver tus ojos con los míos abiertos para comprenderte. No sentí presión ni la necesidad imperiosa de buscarte, no sentí ansiedad ni inseguridad alguna por sentirte mío. No soy ciego, podía verte, pero por primera vez: no me importaba, porque lo más brillante y más valioso, podía verlo al cerrar mis ojos y verte por dentro.

Así que, fuiste tú, quién me devolvió conmigo mismo. Quién ha arrullado a mi niño interno con los latidos de su corazón y con su acto de fe. Ahora sé dónde he estado y quien he sido, y así, imperfecto cómo soy: cierro mis ojos y busco, también, mi fe. 

Fe en que tu distancia será una bendición para mí y en que sabremos reencontrarnos cuando sea el momento indicado. Y aunque tengo miedo y siento tu ausencia... cierro mis ojos y veo tu luz.

Aquí estaré... esperando esa reunión... el momento en que nuestros cuerpos estén en el mismo sitio en el que ya está nuestro corazón.


Luis )|( Astro.

*Saint Exùpery, Antoine; El Principito. Edit. Época. 1992.







12 julio 2011

¡Soy Libre! (La Hora Mágica)



"Quédate  aquí, dijeron las ruinas. Aquí ya no hay nada, dijo el futuro. Eso no importa, dijo el recuerdo, vas a volver, te lo aseguro" 


Carlos Silva (@TiempoDetenido)


(...)

Ah, principito, cómo he ido comprendiendo lentamente tu vida melancólica! Durante mucho tiempo tu única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. Este nuevo detalle lo supe al cuarto día, cuando me dijiste:

-Me gustan mucho las puestas de sol; vamos a ver una puesta de sol

-Tendremos que esperar

-¿Esperar qué?

-Que el sol se ponga.

Pareciste muy sorprendido primero, y después te reíste de ti mismo. Y me dijiste:

-Siempre me creo que estoy en mi tierra.

En efecto, como todo el mundo sabe, cuando es mediodía en Estados Unidos, en Francia se está poniendo el sol. Sería suficiente poder trasladarse a Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol, pero desgraciadamente Francia está demasiado lejos. En cambio, sobre tu pequeño planeta te bastaba arrastrar la silla algunos pasos para presenciar el crepúsculo cada vez que lo deseabas.

-¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!

Y un poco más tarde añadiste:

-¿Sabes? Cuando uno está verdaderamente triste le gusta ver las puestas de sol.

-El día que la viste cuarenta y tres veces estabas muy triste ¿verdad?

Y el principito no respondió.

(...)



(Soy Luz Azul...)


...

"Sí"

...
Un nudo en mi garganta, ahogaba mi respuesta... porque... "yo recordaba":

"Es cierto, es cierto"

Me vi ahí sentado... esperando a que volvieras...
A que volvieras por mí, a que lucharas por mí... a que intentaras lo imposible...
(Suspiro) "Pero vos no sabías... que yo ya había intentado tanto lo imposible..."
Entonces... hice lo que me fue más humano: erré.

Yo cometí el primer error... lo sé... pero es que ¿quién no se ha equivocado?...

Diablos... no se supone que eso me disculpe, simplemente lo digo porque ahora puedo por fin distinguirlo... 

Esa era la razón por la cual miraba el atardecer (queriendo perder la consciencia) cada día del último año y medio, ¡esa era la razón! (Parecía obvio, pero mi corazón no lo sabía): Yo estaba muy triste.
Te pido comprendas: No es que ame el ocaso del día porque ame estar triste...
Descubro que, la razón por la que amo los atardeceres (y que muchas veces, de tanto que los amas, tanto duelen) es: por todo lo que me recuerdan... (son la hora mágica)



Y es que...



Yo he soñado tanto, más de lo que he vivido... 

¿Qué, acaso, no es así siempre? 

¿No debe uno soñar el triple de lo que uno vive? 
Hehe, sí... yo sé... 

No se trata de eso...

Es que uno no debe cesar de vivir, no debe evadir la realidad, que es la materia de la que se componen los nuevos sueños

Sin embargo, (el nudo, otra vez)...

Yo me quedé sin corazón... 

Porque me enamoré de ti, perdidamente.


Y, para cuando regresó a mí... fue bajo la fuerza... fue roto en mil pedazos... y empecé a alejarme de la luz y del sentido... 
Y fue entonces cuando "olvidar" convirtió a "recordar" en mi castigo.

...

No, no fue su culpa... 

Yo me enamoré... (sonrío)

...



"Si, él rompió mi corazón, pero... quizá eso en realidad no era una tragedia... ya que significaba... Cuanto Lo Amaba.
Y, tonto de mí, sufrí más por negar mi corazón roto... hasta que éste me astillo con los recuerdos que se hicieron: imposibles de negar...

Sí... tanto yo lo amaba, que quise negarlo para no sufrir, y entonces terminé sufriendo más... de tanto el amor..."

...


Y, después de pasar interminables días mirando el atardecer, hoy todo ese amor logró lo imposible...

Hoy vuelve a mí...
A unir mi corazón roto... 

Sus mil pedazos que hacen uno, 
Un vitral, que cuenta la historia,
De mi Amor y mi dolor,
Del todo de quien soy,
Del humano que se equivoca,
Y del ser celeste que para otros corazones siempre brilla,
Un vitral que cuenta... la historia de mi vida.




Y lo supe, cuando me recordé los atardeceres (¡oh! hora mágica)...
Y vi tu cara, clara y sonriente...
Y quise llorar, como quiero llorar ahora...
Ya que, incluso si nunca más en este mundo vuelvo a verte:
"Yo Te Amaré Siempre" (sonrío)



...



He recuperado mi razón y mi CO-razón. Me siento completo otra vez...

Y, gracias a Dios...

¡Soy Libre!



Luis )|( Astro 











PD:

“Nunca desanimes a nadie que continuamente progresa, no importa cuán lento vaya” Platón