Traducido a 115 idiomas, siendo la pieza literaria francesa más leída en el siglo XX y la tercera más vendida en todo el mundo, sólo detrás de la Biblia y Das Kapital de Carlos Marx, El Principito es un clásico de la literatura universal y en palabras del filósofo Martin Heidegger, una de las grandes obras del existencialismo. Publicado el 6 de abril de 1943, El Principito no recibió buenos comentarios por la crítica. No sería sino hasta 1946 con la edición de Gallimard en Francia, que obtuvo un gran éxito e inmortalizó a su autor, el piloto aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, quien desafortunadamente ya no pudo atestiguar este suceso. Saint-Exupéry despegó de Córcega a las 8: 45 del 31 de julio de 1944 en la que sería su última misión. El objetivo de la misma era tomar fotografías de Annecy y Grenoble, ocupados por los alemanes. Saint-Exupéry tenía combustible suficiente para volar por seis horas. Nunca regresó. No sería sino hasta el año 2000 que fueron encontrados los restos de su avión en el Mar Mediterráneo en lo que aparentemente fue producto del ataque de los Messerschmitt alemanes en la segunda guerra mundial.
Antoine de Saint-Exupéry nació el 29 de junio de 1900 en Lyon. De niño realizó sus estudios en un colegio jesuita y sus biógrafos destacan que el pequeño Antoine era un alumno mediocre con muy mala ortografía, si bien le apasionaban la música y la literatura. Cuanto tenía 12 años de edad, el célebre Védrines lo invitó a volar, hecho que marcaría la suerte de Saint-Exupéry. A los 21 años realizó su servicio militar y aprendió a pilotear aeronaves, por lo que obtuvo su licencia. Como piloto, Saint-Exupéry sufrió numerosos y graves accidentes, lo cual no mermó su interés por las alturas. Sus experiencias con tantos viajes, lo inspiraron para escribir numerosos libros. Por ejemplo, de su trabajo en la Aeropostale, donde cubrió la ruta Francia-norte de África, surgió su primer libro, Correo del Sur, publicado en 1928. Un año después fue designado director de Aeropostale Argentina y su labor consistía en llevar el correo entre Europa y América del Sur. Fue en Argentina que conoció a la salvadoreña Consuelo Suncín, con quien contraería nupcias en Buenos Aires en 1931. Las relaciones entre Antoine y Consuelo fueron difíciles y a ambos se les atribuyen aventuras extra-maritales. Sin embargo, cuando Saint-Exupéry despegó para su último vuelo, portaba una cadena grabada con el nombre de su mujer, la misma cadena que 50 años después encontraría un pescador francés cerca de Marsella.
Fue también en 1931, que Saint-Exupéry da a conocer Vuelo nocturno y en el año de 1939, cuando los vuelos de la ruta que cubría fueron suspendidos dado el advenimiento de la guerra, publicó Tierra de hombres. Empero, antes del inicio de la segunda gran conflagración mundial, Saint-Exupéry se estrelló en el desierto de Libia a finales de 1935. En 1936 fue designado corresponsal de un semanario parisino para cubrir la Guerra Civil Española y a continuación, en 1937, estando en Guatemala sufre un gravísimo accidente. En esta ocasión, ya no volvería a recuperarse. Ciertamente su perseverancia le permitió regresar al servicio aéreo en 1943, si bien las autoridades lo declararon "no apto" para entrar en combate y únicamente se le encomendarían misiones de exploración.
Cuando Francia cayó a manos de los alemanes, Saint-Exupéry inició su auto-exilio en Nueva York. Llegó a esa ciudad en 1942 con la idea de pasar un mes y se quedó por espacio de dos años. El motivo de su visita fue convencer a las autoridades estadunidenses de que ayudaran a Francia contra los invasores alemanes. Estados Unidos trató bien al piloto francés, cuyo libro El piloto de guerra (1942) ocupaba las estanterías de las principales librerías. Pero la fastuosidad de la cosmopolita ciudad estadunidense no bastaban para un hombre que tenía pocos conocidos, que se sentía aislado, y que no hablaba inglés. Además, el no estar en Francia lo llevó a auto-reproches, por haber abandonada al terruño a su suerte. En aras de estimularlo, la esposa de su editor, Elisabeth Reynal, fue quien le propuso escribir un cuento para niños. Específicamente lo instruyó a hacer una historia acerca de ese pequeño personaje de cabellos dorados que el propio Saint-Exupéry garabateaba desde hacía años en su correspondencia y escritos.
Sus biógrafos cuentan que Saint-Exupéry escribió El Principito sin parar y que leía pasajes de la obra a quienes lo visitaban a la hora de la cena. Considerando sus obras anteriores, El Principito era visto como un libro distinto, extraño, al que los lectores estadunidenses no se acostumbraron de inmediato. Después de todo, las obras precedentes del piloto francés lo hacían aparecer muy viril y era difícil imaginar que ese mismo autor podía redactar un libro para niños.
En realidad El Principito es, en cierta forma, una obra biográfica. La descripción de paisajes que Saint-Exupéry desarrolla en la obra evocan los volcanes que el piloto vio en Dakar. La célebre rosa con la que riñe El Principito es la propia Consuelo. Por cierto que la famosa riña es el punto de partida para que El Principito inicie su recorrido por siete planetas donde conocerá a extraños personajes hasta que llega a la Tierra y es recibido por una serpiente. Pero quizá de los pasajes más memorables sea el diálogo que El Principito sostiene con el zorro: sólo con el corazón se puede ver bien... lo esencial es invisible para los ojos. A juzgar por esta reflexión, ciertamente Antoine de Saint-Exupéry escribió con el corazón.
*Texto de Maria Cristina Rosas. http://www.paginasprodigy.com/mcrosas/principito.htm.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario