"There's something about you. Tears me inside out whenever you're around. There's something about you, speeding through my veins until we hit the ground, and there's something about this rush... Take it away! It made me feel so good! I get a feeling, you get a feeling, we got a feeling; like we could dieeee! Mooother!! We just can't get enough! We just can't get enough!"
03 agosto 2009
La Locura
Existen muchas cosas que son gobernadas por el sentido común humano: colocar los botones en la parte de delante de una camisa es una cuestión lógica, ya que sería muy difícil abotonarlos al lado, e imposible si estuviesen detrás.
Otras cosas, sin embargo, se van imponiendo porque cada vez más gente piensa que “tienen que ser así”. Le daré dos ejemplos: ¿usted ya se preguntó por qué las letras de un teclado de máquina de escribir están colocadas en ese orden?
— Nunca me lo pregunté.
— Llamemos QWERTY a ese teclado, ya que las letras de la primera línea están dispuestas así. Yo me pregunté el porqué de eso, y encontré la respuesta: la primera máquina fue inventada por Christopher Scholes, en 1873, con el fin de mejorar la caligrafía. Pero presentaba un problema: si la persona tecleaba con mucha velocidad, los tipos se entrechocaban y trababan la máquina. Entonces Scholes diseñó el teclado QWERTY, que obligaba a los usuarios a escribir con mayor lentitud.
— No me lo puedo creer.
— Pero es verdad. Sucede que la Remington, que en aquella época fabricaba máquinas de coser, implantó el teclado QWERTY en sus primeras máquinas de escribir Lo que significa que más personas fueron obligadas a aprender ese sistema, y más compañías pasaron a fabricar estos teclados, hasta que se convirtió en el único modelo existente. Repito: el teclado de las máquinas y de los ordenadores fue diseñado para que se mecanografiase más lentamente, y no más rápido, ¿comprende? Intente cambiar las letras de lugar y no encontrará un comprador para su producto.
La primera vez que vio un teclado Mari se había preguntado por qué no estarían las letras en orden alfabético, pero nunca más se había vuelto a formular la pregunta pues pensó que aquél sería el mejor diseño para que las personas mecanografiasen más rápido.
— ¿Conoce usted Florencia? —preguntó el doctor Igor.
— No.
— Debería conocerla; no está muy lejos y allí está mi segundo ejemplo. En la catedral de Florencia hay un reloj bellísimo, diseñado por Paolo Uccello en 1443. Sucede que este reloj tiene una curiosidad: aunque marque las horas (como todos los otros) las agujas se mueven en sentido contrario al que estamos acostumbrados.
— ¿Y eso qué tiene que ver con mi enfermedad?
— Ya llegaremos. Paolo Uccello, al crear este reloj, no estaba intentando ser original; en verdad en aquel momento había varios relojes así, y otros con las agujas avanzando en el sentido que hoy conocemos. Por alguna razón desconocida, tal vez porque el Duque tenía un reloj con las agujas andando en el sentido que hoy conocemos como “correcto”, éste terminó imponiéndose como único sentido, y el reloj de Uccello pasó a ser una aberración… una locura.
El doctor Igor hizo una pausa. Pero sabía que Mari estaba siguiendo bien su razonamiento.
— Entonces, vayamos a su enfermedad: cada ser humano es único, con sus propias cualidades, instintos, formas de placer, búsqueda de aventura. Pero la sociedad termina imponiendo una manera colectiva de actuar, y las personas no se detienen para preguntarse por qué es necesario que se comporten así. Se limitan a aceptarlo, como los dactilógrafos aceptaron el hecho de que el QWERTY era el mejor teclado posible. ¿Conoció usted a alguien, en toda su vida, que se haya preguntado por qué las agujas del reloj van en una dirección y no en sentido contrario?
— No.
— Si alguien lo preguntase, probablemente le dirían: ¡usted está loco! Si insistiera en la pregunta, los interpelados intentarían encontrar una razón, pero pronto tratarían de cambiar de tema, porque no hay razón alguna aparte de la que le expliqué.
Ahora vuelvo a su pregunta. Repítala.
— ¿Estoy curada?
— No. Usted es una persona diferente, queriendo ser igual. Y esto, desde mi punto de vista, es considerado una enfermedad grave.
— ¿Es grave ser diferente?
— Es grave forzarse a ser igual: provoca neurosis, psicosis, paranoia. Es grave querer ser igual porque eso es forzar a la naturaleza e ir contra las leyes de Dios, que en todos los bosques y selvas del mundo no creó una sola hoja igual a otra. Pero usted considera una locura ser diferente, y por eso escogió Villete para vivir Porque aquí, como todos son diferentes, usted pasa a ser igual que todo el mundo. ¿Lo ha entendido?
Mari hizo una señal afirmativa con la cabeza.
— Por no tener el valor de ser diferentes, las personas van contra la naturaleza y el organismo comienza a producir vitriolo, o amargura, como vulgarmente se conoce a ese veneno.
Extraído de: Coelho, Paulo; Veronika Decide Morir. Grijalbo, 1998.
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