16 septiembre 2009

Asunción De Tí


I

Quién hubiera creído que se hallaba
sola en el aire, oculta,
tu mirada.

Quién hubiera creído esa terrible
ocasión de nacer puesta al alcance
de mi suerte y mis ojos,
y que tú y yo iríamos, despojados
de todo bien, de todo mal, de todo,
a arrojarnos en el mismo silencio,

a inclinarnos sobre la misma fuente
para vernos y vernos
mutuamente espiados en el fondo,
temblando desde el agua,
descubriendo, pretendiendo alcanzar
quién eras tú detrás de esa cortina,
quién era yo detrás de mí.

Y todavía no hemos visto nada.
Espero que alguien venga, inexorable,
siempre temo y espero,
y acabe por nombrarnos en un signo,
por situarnos en alguna estación
por dejarnos allí, como dos gritos
de asombro.

Pero nunca será. Tú no eres ésa, yo no soy ése, ésos,
los que fuimos
antes de ser nosotros.

Eras sí pero ahora
suenas un poco a mí.
Era sí pero ahora
vengo un poco a ti.

No demasiado, solamente un toque,
acaso un leve rasgo familiar,
pero que fuerce a todos a abarcarnos
a ti y a mí cuando nos piensen solos.

II

Hemos llegado al crepúsculo neutro
donde el día y la noche se funden y se igualan.

Nadie podrá olvidar este descanso.
Pasa sobre mis párpados el cielo fácil
a dejarme los ojos vacíos de ciudad.
No pienses ahora en el tiempo de agujas,
en el tiempo de pobres desesperaciones.

Ahora sólo existe el anhelo desnudo,
el sol que se desprende de sus nubes de llanto,
tu rostro que se interna noche adentro
hasta sólo ser voz y rumor de sonrisa.

Mario Benedetti

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