13 diciembre 2005

Caminé a verle

Imagino a toda esa gente camino a visitarle... bueno, no tengo que imaginarle mucho, yo hice eso sin querer alguna vez (y terminó siendo toda una experiencia). Paso mas o menos asi:

Cada 12 de Diciembre es el cumpleaños de mucha gente y una de las personas de ese día era un amigo en aquel momento (desapareció posteriormente y neta, ya no recuerdo su nombre...) y pues fui a cenar con él y darle un regalo pues era muy especial para mí.
El tiempo voló y lo pasábamos muy bien, paso la media noche y nosotros seguíamos en la zona rosa tomando café y riendo. Entonces llego el momento de partir, yo no me mostraba preocupado pues finalmente si no hallaba un transporte contaba con que él podría ayudarme.
Pero no fue así...
Este individuo compartía su departamento con alguien y no le dejaba llevar a nadie ahí, era su regla de convivencia. Yo le dije que no tenía forma de llegar a casa! y pues nada le hizo cambiar de opinión, así que no tuve de otra que ya no insistir.
Nos despedimos en Balderas, él tomo su metro y yo había dejado irse uno. Nunca pensé que aquel que pasó había sido el último de ese día.
¿Qué le pasa a la gente que se queda varada en una estación de metro? Pues la sacan! Obvio!
Y así fue, literalmente nos sacaron de la estación, lo cual me hizo sentir muy molesto pues obviamente si estaba inseguro dentro del andén esa sensación aumentaría allá afuera!
Pero entonces aparecieron…
Eran 3 personas, un chavo de aproximadamente mi edad, una chava un poco más joven y un niño. Los 3 llevaban cargando un cuadro, un cuadro de la virgen.
Iban a la Basílica, estaban peregrinando ellos 3 y también se quedaron sin metro, entonces nos sacan a todos (éramos como 7 personas) y sólo nosotros 4 nos quedamos sin alternativas fáciles pues los demás abordaron taxis inmediatamente al salir.
Nos vimos y les dije la obviedad mas grande: ¿van a la basílica, cierto?, al responderme les dije que si nos acompañábamos juntos pues yo iba para el mismo rumbo (Indios Verdes queda tan cerca que llego caminando sin problema alguno) y fue cuando empezó aquella aventura como tal.
Peregrine esa noche, sin querer ni buscarlo. Caminamos juntos por Av. Chapultepec en dirección a la Glorieta de Insurgentes donde según yo me separaría de ellos para tomar el bus nocturno que me dejaría en Indios Verdes. Al llegar a la glorieta pensé otras alternativas! Finalmente ¿Porqué llegar a un paradero frío y solo donde no encontraría transporte si podía irme a un antro, por ejemplo? Finalmente de la zona rosa venía! Y Ahí estaba yo otra vez! A un pasito!
Entonces imagine la otra alternativa: ¿Y si voy con ellos? No tengo nada que perder y no estaría solo, o tomando o pasando frío…
Decidí ir, finalmente la idea de peregrinar me había llamado la atención mucho tiempo, probar que es lo que se siente tal acto.
Caminamos, caminamos todas esas horas a través de la calzada de Guadalupe. Fue padrísimo encontrarme ahí pues pude presenciar cosas muy chidas, venidas directo del corazón y la fe de las personas. Nos regalaban comida por todos lados, la gente abarrotaba las calles, todo era caminar, cantar, reír y seguir cantando. Yo no había cenado, sólo tomaba café con mi amigo, pero pude comer de todo, tortas, tacos, tomar ponche, atole, tanta cosa rica!
Yo estaba impresionado, pensé que todo era soledad, caminar meditando o rezando nada más, pero era una fiesta, era una fiesta inspirada en el deseo de llegar allá (me recuerda aquello de “vamos a ver al maaaago” que decían en el Mago de Oz).
No sentí frío, no sentí más hambre, sólo platicábamos, compartíamos! Y pude conocer que venían de Xochimilco y que fueron elegidos como las 3 personas que representaban a su comunidad para agradecer a la Virgen de Guadalupe en la basílica. Nunca pude dejar de notar que los 3 representaban a su grupo, una mujer, un hombre y un niño, se me hizo un detalle emblemático de lo más especial (y yo que amo los significados y los simbolismos puff!!! Estaba maravillado)
Llegamos 5 am allá, entre más cerca estaba mas impresionado quedaba, la fiesta se fue convirtiendo en el rito y la gente caminaba en otra actitud, respetuosa y mucho mas serena. Pude ver a los viejitos de rodillas, haciendo su manda y su acto en camino al final de esa avenida. Caminábamos lento, ya no hablábamos entre nosotros. Llegamos finalmente y encontramos un lugar donde estar y descansar. Ahí ya no me sentí del todo cómodo, ya no sabia como sentirme, como seguir con ellos. Entonces estuve un rato mas e hice mi propia comunión con mi viaje, saludé a mi virgen y regresé a despedirme, entonces partí.
Caminé de nuevo, salí detrás de la basílica camino a casa. Caminé por calles que en otro momento habrían representado un grave peligro, pero yo iba contento, tranquilo, sin sueño y una sensación de bienestar muy fuerte.
Llegué a mi paradero y ahí ya sentí el frío de esa madrugada, compré un atole (dioooos!!! Horas antes me lo regalaban!!!) y esperé en mi andén.
Regresé a casa en el primer camión que llegó al paradero procedente de mis rumbos y al llegar fui cuestionado: ¿Dónde estabas?
-no me lo vas a creer mamá.
-huy! No me dirás que fuiste a la villa! No te creería!
-jajaja pues sí, justamente eso hice.

Sin quererlo lo hice, pero cuanto quise a partir de ahí ese recuerdo.

Nota: no soy un católico ferviente ni llevo la palabra de Dios a todos lados, no puedo considerarme un chavo así, pero creo que esta anécdota es una gran experiencia de vida que me dejó muchas cosas, te la comparto.

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